viernes, 11 de octubre de 2013

Y el yoga llegó a mi vida...


Dicen por ahí, que las personas que nacen a horas muy tempranas (yo vine al mundo a las 6,45 horas) suelen ser muy espirituales. En mi caso puedo decir que es cierto. Desde pequeña siempre me interesó el más allá, el porqué de las cosas, no me conformaba con cualquier respuesta, siempre quería profundizar más, y más..Ya con 11 años, cuando mi profe de lengua en el cole me preguntó qué me gustaria estudiar en el futuro, contesté: Filosofía. Y me quedé tan ancha. Supongo que en ese momento no me daría cuenta de la cara que tuvo que poner él, Jorge. He de decir que luego me convertí en economista (con el tiempo debe ser, que mi lado práctico de la vida, cedió en la balanza).

Marzo del año dos mil. Por primera vez en mi vida empecé a sentir lo que es la ansiedad generalizada en el cuerpo. Sufrí varios ataques de pánico que acabaron en las urgencias de un hospital ante lo que yo presentía como un infarto o muerte inminente. Es la peor sensación que he podido experimentar en mi vida. No se la deseo a nadie. El corazón a mil por hora y unas ganas de salir corriendo, pero sin saber hacia dónde. Como era normal, esos itinerarios por los hospitales siempre acababan en la consulta de un psiquiatra, que me miraba con cara condescendiente y sin darle más importancia firmaba sus recetas de ansiolíticos varios o antidepresivos. Una de esas pastillas milagrosas, por fin, hizo que me "curara" de ese desequilibrio de serotonina que al parecer la bioquímica de mi cerebro sufría y era la causante de esos horribles síntomas. Y aunque ciertamente mi cuerpo estaba más tranquilo, y esa opresión en el pecho desapareció, mi mente seguía agitada. Y entonces el yoga llegó a mi vida. De forma casual, o no.

Mi novio por aquel entonces, Santi, y yo, por aquello de estar en forma, nos apuntamos a un gimnasio. Una de las muchísimas clases que allí daban era yoga. El profesor que la impartía, decian, tenía muy buena fama. Era como un maestro de la India, un gurú. Y la gente salía nueva de sus clases. Las meditaciones, comentaban, eran sublimes.. Pues nada.. Ahí que fui de cabeza. Tengo que decir que se quedaron cortos. Paco cambió mi vida. Gracias a él me sumergí en el yoga. Basicamente porque a él le apasionaba y así me lo transmitió. Y porque yo desde el cosquilleo que sentí en la primera clase ya me di cuenta que eso iba a formar parte de mi vida, que no solo era el bienestar físico que brindaba a mi cuerpo, si no que iba a llenar ese vacio espiritual, esa búsqueda de "algo más", que iba a calmar mi mente, porque como a él le gustaba decir: "la mente es como un monito saltarín", se distrae con mucha facilidad (y la mía se distraía mucho) y hay que llevarla al aquí y ahora, al momento presente, hay que estar atentos y despiertos... Sus meditaciones eran verdaderas clases de filosofía (con música de fondo y mantras maravillosos que te dejaban en un estado de relax total) y yo disfrutaba un montón. Nos hablaba de la muerte con la más absoluta naturalidad y desde entonces puedo decir, que ya no le tengo miedo. Analicé que esos ataques de ansiedad tenían su origen en gran medida, en ese miedo a la muerte, en un vacio difuso que se agarra al pecho. Gracias Paco, de corazón, allá donde quiera que estés, este post va dedicado a ti. A los seis meses del inicio de las clases, dejé la pastillita milagrosa, y nunca más. Eso sí, desde entonces: no sé vivir sin yoga ;)

Esta es mi historia personal. En otra entrada os contaré la historia del yoga, sus beneficios para el cuerpo y la mente, y más...




https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLmYpVaBxBdNNqdQJK34QbmakG-zfC-FHAeO65KFbKuz-WyHenr68egjuIf1zjnXy_Zc3tAiYQIjxJPw2MX2icpQlxGokvRVX456xCAIWrPJR3xL1u978RCxzm_Vz1JYfGWm1BBcxywMo/s320/amanecer.jpg

1 comentario: